IMPACTO PSICOSOCIAL EN LAS VICTIMAS

En países como Perú, México y Colombia, se han registrado casos emblemáticos que han movilizado a la opinión pública.
Uno de los casos más impactantes ocurrió en Perú en 2018, cuando una niña de 11 años fue violada por su padrastro y obligada a continuar con el embarazo. A pesar del marco legal que permite el aborto terapéutico en casos de riesgo para la salud física o mental de la madre, el sistema de salud no le ofreció esta opción. Este caso evidenció las brechas en la implementación de derechos sexuales y reproductivos, así como la revictimización institucional.
En México, los feminicidios y la violencia sexual son una constante preocupación. De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), tan solo en 2023 se registraron más de 24,000 carpetas de investigación por delitos sexuales, incluyendo violaciones simples y equiparadas (SESNSP, 2023). Un caso emblemático fue el de Ingrid Escamilla, que, aunque fue feminicidio, surgió en el contexto de violencia estructural contra las mujeres, incluyendo abusos sexuales previos a su asesinato.
Por su parte, en Colombia, organizaciones como Sisma Mujer han denunciado cómo en contextos de conflicto armado, la violencia sexual ha sido usada como arma de guerra. El caso de Jineth Bedoya, periodista secuestrada y violada por paramilitares en el año 2000, fue llevado ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que falló en 2021 en contra del Estado colombiano por omisiones y falta de protección (Corte IDH, 2021).
Estos casos demuestran no solo la persistencia de la violencia sexual en la región, sino también la falta de políticas efectivas de prevención, atención y justicia.
La violencia sexual tiene consecuencias profundas a nivel psicosocial en las víctimas. En el plano psicológico, muchas personas desarrollan trastornos como la ansiedad, depresión o estrés postraumático, lo que se manifiesta en forma de miedo constante, ataques de pánico, insomnio, pesadillas, pérdida de apetito, sentimientos de culpa o vergüenza, y una baja autoestima. Estas emociones pueden hacer que la víctima sienta que ha perdido el control sobre su vida, lo cual afecta su bienestar general y su percepción de sí misma.
En el aspecto social, la víctima puede experimentar aislamiento debido al miedo al rechazo o a ser juzgada, especialmente en contextos donde existe una cultura de culpabilización o estigmatización. Muchas veces no recibe apoyo adecuado de su entorno, lo que refuerza el trauma. Además, en las relaciones personales, puede haber dificultades para establecer vínculos afectivos o sexuales saludables debido a la desconfianza o el temor a ser agredida nuevamente. En el ámbito educativo o laboral, la violencia sexual puede provocar deserción, bajo rendimiento, ausentismo y pérdida de oportunidades, ya que la víctima enfrenta dificultades para concentrarse o mantenerse en un entorno donde no se siente segura.
Este impacto no solo afecta a las mujeres adultas, sino también a niñas, niños y adolescentes, en quienes se puede observar un retroceso en su desarrollo emocional, social y escolar. Pueden presentar cambios bruscos de comportamiento, retraimiento o dificultades para relacionarse con otros. Las secuelas psicológicas, si no se tratan adecuadamente, pueden mantenerse a lo largo de los años y dificultar el desarrollo personal y profesional de la víctima.
CONSECUENCIAS
La violencia sexual genera consecuencias emocionales graves como ansiedad, depresión, estrés postraumático y baja autoestima.
- Las víctimas suelen sentir culpa, vergüenza y miedo constante, aunque no tengan ninguna responsabilidad en lo ocurrido.
- Muchas personas se aíslan socialmente por temor a ser juzgadas o no creídas, lo que dificulta su proceso de recuperación.
- Existe revictimización cuando las autoridades o la sociedad minimizan el testimonio de la víctima o la responsabilizan.
- En el ámbito educativo y laboral, la violencia sexual puede causar deserción, bajo rendimiento, ausentismo y pérdida de oportunidades.
- En niñas, niños y adolescentes, el impacto puede afectar su desarrollo emocional, su aprendizaje y sus relaciones sociales.
- La atención a las víctimas debe ser integral: psicológica, legal, médica y social, con enfoque de género y sin revictimización.
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